viernes, 30 de octubre de 2009

Los niños vienen sin manual de instrucciones



Educar es un proceso costoso. Muchos padres admiten sentirse cansados y absorbidos y eso no significa que lo estén haciendo mal o que sean unos malos padres. Los niños demandan mucha atención, necesitan miles de cuidados, avanzan a un ritmo asombroso... Y no siempre sabemos qué hacer en cada momento. La sociedad en la que vivimos tampoco nos lo pone demasiado fácil (quizá nunca lo ha sido). Son muchas las obligaciones y las dificultades, y el ritmo actual es demasiado rápido. Todo son prisas, hay demasiadas cosas que hacer y los cambios son tan frenéticos que apenas nos da tiempo a acostumbrarnos. Quizá por eso nos volvemos impacientes y pretendemos que los niños hagan las cosas a la primera, incluido obedecer. Pero es que todo lleva su tiempo. El bebé se encuentra ante un sinfín de posibilidades de crecimiento y aunque nace con un temperamento propio lo cierto es que el ambiente en que se desenvuelva será determinante a la hora de configurar su personalidad. Los niños aprenden durante sus primeros años de vida muchas cosas. En un par de años son capaces de desplazarse, de hablar, de interactuar con los demás... y cada vez con menos ayuda de los adultos. Y es que educar es, fundamentalmente, guiar hacia la autonomía. Como padres somos responsables de ayudar a nuestros hijos a que aprendan a desenvolverse por sí mismos y que lo hagan en un contexto de respeto hacia los demás y las cosas que los rodean.

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